martes, 21 de junio de 2011

¡Oye, te hablo desde la prisión!

1.'Salsíbiri' a lo Fruko

"¡Oye, te hablo desde la prisión!" es un lamento salsero inmortal, el grito de guerra de 'El Preso', que cuando la escuchan los 'puertorros' en sus festividades de San Juan y Nueva York creen que proviene de alguno de sus legendarios artistas. Lo que muchos olvidan quizá es que el dueño de ese canto herido es un negro de voz visceral, con un 'tarro de trueno', 'tumba tarimas', Wilson Manyoma. Un hijo del barrio El Troncal, al nororiente de Cali y descubierto por un grande de la salsa, pero colombiano, Julio Enrique Estrada, más conocido como 'Fruko'.

Este disco ha marcado tanto la vida del director de Los Tesos que hoy lo conserva en su 'ringtone', como para que no olvide nunca sus inicios. Gary Domínguez, propietario de la taberna la Casa Latina, en Alameda, no duda en afirmar que Fruko fue un precursor de la salsa nacional y el primero que se atrevió a incursionar en el ritmo arrebatador que en los setentas sólo hacían los músicos puertoriqueños y 'newyorquinos'.

Es que aunque este 'todero' de la música (productor, compositor, bajista, cantante, corista, arreglista) comenzó tocando tropical con los Corraleros de Majagual en 1965, su golpe musical quedó marcado cuando, en un viaje a la Gran Manzana, fue contagiado en el Bronx Latino por las descargas que tronaban de la mano de Richie Ray, Willie Colón, Ray Barretto, Eddie Palmieri y otros grandes del género.

Fue en ese momento, recuerda el musicólogo caleño Richard Yori, que Fruko comienza a experimentar musicalmente y en sus producciones aparecen como marcas de ADN el 'Jala Jala' de Richie y las descargas de Nelson y sus Estrellas (con 'Payaso' y 'Forastero', temas que interpretó Fruko con Joe en la voz).

Estrada saca su primer 'long play' en 1969 y lo bautiza 'Tesura', pero no logra conectar con un público, sobre todo el de su tierra, Medellín, más acostumbrada a Lucho Bermúdez, La Billos Caracas y Los Melódicos. Es allí cuando Fruko se da cuenta que tiene que proyectar su música, descender de la montaña y buscar el Valle. "Tuvimos un padrino muy especial en Cali que fue José Pardo Llada, él nos ayudó mucho con sus comentarios", recuerda el pionero de la salsa colombiana.

Pero sólo fue a mediados de los setenta cuando Fruko llega a su consagración musical y crea lo que el escritor y gran conocedor de la salsa y música antillana, Medardo Arias, denomina la Fania Colombiana. Sí, Fruko encuentra, tal vez sin proponérselo, una fusión perfecta de lo mejor del Caribe y del Pacífico representado en las voces de Álvaro José 'Joe' Arroyo, Edulfamit Molina Díaz 'Piper Pimienta' y Wilson 'Saoko' Manyoma.

Pero es en Cali, en la capital de la rumba, donde explosiona 'el salsíbiri', ese ritmo que impone Fruko, y comienza a despuntar una historia musical que tendrá en 'El Preso', cantado por Manyoma, uno de sus íconos. El Escondite, Honka Monka, Las Vallas, Sol de Medianoche y el Abuelo Pachanguero, famosos grilles de la época, conocen el talento de la orquesta colombiana, donde alterna con 'caballos' como Héctor Lavoe.

Jorge Hernán Tello, imberbe rumbero en los setenta, recuerda que "la orquesta de Fruko tenía que competir muy duro en Cali, porque aquí llegaba música de muy buena factura. Nuestros oídos estaban acostumbrados a las descargas de Richie, a la voz de Héctor, a la magia de Ismael Rivera... Le tocó duro, pero en los grilles sonaba y se bailaba 'El Ausente', 'Tania', 'El Caminante'".

Wilson 'Saoko', una de sus voces principales, recuerda que Fruko era un hombre muy estricto, tanto que acepta que tuvo que salir de la orquesta por algunos problemas de indisciplina. Pero reconoce que su música lo dejó a los pies de los principales escenarios de América Latina y EE.UU. Con su banda y al ritmo de 'Oriza', 'Manyoma', 'Tania', 'El Preso' y 'A la Memoria del Muerto', Fruko 'la rompió' en el Madison Square Garden y recibió el premio de la Revista Record World a la mejor Orquesta Tropical de América.

Hoy, con 60 años y 42 álbumes en su historia, Fruko, como en sus comienzos, sigue rompiendo esquemas. "Ahora estamos en un proyecto que se llama Fruko Sinfónico, es otra dimensión. Serán 70 músicos en escena, con arreglos sinfónicos de nuestras obras, entonces allí vamos cumpliendo y satisfaciendo gustos", dice Estrada con el mismo sabor que imprime en las tarimas.

2. Cocínalo Fruko

Lo expulsaron del colegio cuando niño porque privó a varios compañeros con sus fuertes puños. Por eso, "tuve que ponerme a trabajar desde los 11 años", dijo. A esa edad llegó a Discos Fuentes como utilero. Su buen oído y disciplina lo llevaron a ser ascendido a los seis meses: se convirtió en el grabador de artistas de la talla de Julio Jaramillo.

Fue Lisandro Meza quien lo apodó Fruco, así lo confirmó el artista costeño: "Es que a él, cuando niño, le faltaba un diente y a mí se me parecía a la muñequita insignia de las conservas Fruco y le dije: tú te pareces a esa muñeca y él enseguida se tapó la boca. Todo el mundo muerto de la risa y desde ese día se quedó 'Fruco'". Fue el maestro Estrada quien, tiempo después, cambió la letra C por la K para diferenciarse de la marca de las salsas.

Lisandro Meza fue además, el hombre que lo llevó a Los Corraleros de Majagual "porque nos faltaba un timbalero. Qué suerte: A la semana, ya estaba con nosotros en Nueva York".

El experto en salsa Ley Martin lo califica como un "genio de la música", Meza lo califica igual, "un músico superdotado, que toca lo que sea, le saca música hasta a un tubito de papaya".

El director de los Tesos, que en verdad toca 25 instrumentos, hoy es un hombre enamorado de la ginecóloga Rosa Garzón, "una mujer espectacular", con quien mantiene una relación hace diez años. Su primer matrimonio, explica, acabó porque "como me fui para EE.UU. fue perdiendo toda aquella magia del amor".

En su nuevo hogar, se convierte todos los días en el 'Cocinero mayor', desde las 5:00 a.m. "Le cocino a la esposa que se va a hacer sus cirugías, cocino desayuno, almuerzo y comida. Pero luego me dedico a hacer canciones; como tenemos los estudios de grabación también a atender a los artistas y como cienciólogo, a darles clases y a atenderlos como pacientes".

A los 60 años, cuando aún parte un coco de un solo golpe con una técnica de yoga, quiere seguir en su oficio, porque como él mismo dice, "Fruko y sus Tesos tienen una salud extraordinaria que les permite seguir viajando con su música por más de 70 países".

3.Fruko, 'El Bárbaro'

¿Era así de cascarrabias y sumiso con su señora como lo muestran en 'El Joe'?

El libretista para atraer a la gente le puso como 80 por ciento de ficción, para que el público se ría. Y eso ha gustado. Los que me conocen saben que no soy así. Y sobre lo otro, a las mujeres hay que dignificarlas.

¿No le daban esos ataques de ira ni siquiera más joven al dirigir al grupo?

Yo me caracterizo por mi fuerza, parto cocos con la mano, empujo cosas, pero no me dan esas chiripiorcas. Y otra cosa, había que ser muy diestro y severo para poder gobernar o hacer un proyecto con esos músicos jóvenes.

¿Cómo le parece la representación que hacen de 'Piper Pimienta'?

Excelente, ese actor se lució: la misma elegancia para vestir, es un bailarín espectacular, creo que es el que más se parece en la novela a los personajes originales. Y no era incumplido, fue una persona tranquila, sobria, amante de su trabajo, tan disciplinado como él, es difícil de encontrar.

¿Cuántos hijos tiene, alguno heredó sus dotes musicales?

Son tres. El mayor, Julio Ernesto Jr., dirige The Latin Brothers; es ejecutivo del estudio, que se llama Creación Continua. Estudió Ingeniería y Comercio Exterior pero se decidió por la música, tiene 40 años. Juliana y Lina María estudiaron Idiomas, y son amas de casa y trabajan en Nueva York, tienen sus matrimonios y les va bien. No soy nepotista, pero Juliana y Lina María cantan muy bien.

En su época de grandes éxitos tuvo excesos con el trago, la droga. ¿Cómo se dejó arrastrar, si usted era el fuerte, el que guiaba a los hombres de la orquesta, qué falló ahí?

Con esa pregunta me haces ver como si yo fuera un drogadicto. Yo era un hombre muy disciplinado. En el ambiente reinaba esa moda, pero mi mamá y toda mi familia me instruyeron a que no debía estar en esa moda. Precisamente, hacemos parte de una logia que, por ejemplo, en el caso de Alfredito de la Fe, lo sacó de ese mundo de adicción.

Comprendemos y tenemos la tecnología para poder sacar a las personas de la droga. Que no me vengan a decir a mí que soy un drogadicto. Mira, mi presencia y elocuencia no la tienen los drogadictos. He sido una persona que ha trabajado para la música en Colombia.

Nosotros, desde la cienciología trabajamos para sacar a las personas de la drogadicción. Lamentablemente en una época el maestro Héctor Lavoe estuvo en Juanchito con el maestro Alfredo de la Fe y ellos sí tuvieron excesos. Nosotros, los de la agrupación, algunos tomaban licor y como era la moda, tenían sus amoríos. Pero para poder hasta salir del país tenían que ser unas personas disciplinadas, porque entonces en otras naciones no los iban a recibir. Tenemos nuestros pasaportes activos, nuestros documentos como el del DAS, el pasado judicial, el documento de la Procuraduría, hojas limpias como personas normales y cabales.

Hay dos versiones que explican porqué usted se frenó con los excesos. Una, porque con tragos golpeó a un amigo y otra que porque estuvo a punto de morir. ¿Cuál es cierta?

La primera respuesta es que yo no me dejo fregar, al que le pegué es un arrogante, que en ese momento pretendía ponerme en ridículo, yo saqué mi mano, mi mano pesa y pega duro y le rompí la nariz. Al otro día, él claro, como yo me tomaba una botella de aguardiente en cuatro vasados, me dijo que yo le había pegado y en ese momento, pues yo no recordaba por los excesos del licor y por eso dejé de tomar licor hace como 30 años, porque mi mano es una mano multada.

La segunda es que estábamos grabando merengue y el merengue es un ritmo que requiere de mucha destreza y fueron como ocho días haciendo presentaciones, no se cuidaba el metabolismo, no se comía bien, un día el cuerpo ya no dio más y me dio estrés muscular. Ahí fue donde le pedí al señor Dios, en el túnel, que me dejara aquí. Y de allá para acá todo ha sido muy bueno; gracias a Dios tuve esa alerta, así son las cosas de Dios, que nos da la oportunidad de redimirnos.

Hasta Pablo Escobar lo tentó...

Ah, sí, también. Me invitó a que hiciera parte de su organización, eso fue en una presentación que teníamos en el Hotel Intercontinental. Nosotros somos músicos profesionales y hemos tenido la manera de salir airosos de esa circunstancia y le pedimos al Señor no estar sino en nuestro asunto profesional que es la música.

¿Su señora, 'Aura', era así como en la novela? ¿Ese es su verdadero nombre?

Nooo. Los libretistas le ponen esos ingredientes para seducir a la teleaudiencia.

¿Su primera esposa cómo se llamó?

Matilde Elizabeth. Y no tenía esos comportamientos. (Se oye voz de mujer al fondo). ¡Ay! vea, vea, la esposa está muy molesta con esas preguntas de la esposa anterior y hasta se me pone frenética, entonces a ver si obviamos esa pregunta y pasamos a otra, por favor.

Listo maestro, listo. ¿Por qué ha descrito a su abuela como negrera?

Mi abuela, Rosa de la Parra, no gustaba de la raza africana. Un día le pedí el favor de que me dejara ensayar en la casa con Los Corraleros de Majagual y dio el permiso, pero ella no sabía que iban a venir unos señores morenos, a los que sólo se les veían blancos los dientes.

Al verlos se puso muy brava, pero cuando los empezó a escuchar le cambió la cara y todo ese resentimiento cultural. Se puso cariñosa, se le olvidó el racismo y les preparó dulces, mazamorra, los llamaba entonces 'mis corraleros'.

La música cambia todos estos malos sentimientos. Mi abuela se murió preguntando por Los Corraleros, que ha sido una agrupación muy bonita de Colombia para el mundo.

domingo, 19 de junio de 2011

Fruko, el teso de la sabrosura

Así se describe él: nariz de negro, caderas de negro y pies de negro. Sabrosura de negro, como lo que tanto detestaba su abuela, doña Rosa de la Parra, quien solía decir con desprecio: “Negro ni mi caballo”. Y con alma de negro le nació su nieto Julio Ernesto Estrada, Fruko, el que convirtió la canción El preso en un clásico, un himno, un inmortal de la salsa. Sus manos son enormes y fuertes, con una fuerza descomunal que él llama “titánica”. Con esos puños reventó muchas narices, fracturó algunos brazos y peleó tantas veces que la fama de buscapleitos, de bravucón, se regó por el barrio de su niñez: Naranjal, en Medellín. “No se junten con ese Julio”, decían las señoras. Y decían también los profesores de la escuela República de Chile, que le declararon la guerra y le impidieron volver a pisar el colegio.

“En esa escuela estudiábamos con muchachos de clase alta. Ellos iban a estudiar con zapatos finos y nosotros con unos tenis sencillos, de esos de marca Croydon. Trataban de humillarnos, pero yo no me dejaba. Me iba de golpes. Me convertí en un pelionero hasta que me sacaron de la escuela”, dice Fruko con risas, desde el quinto piso de un edificio en el barrio Laureles de Medellín. Más adelante volverá a referirse a su fuerza titánica, pero con un dejo de vergüenza, de arrepentimiento por las noches de fiestas y trago y drogas que terminaban en golpizas con un extraño, con un mesero, con algún amigo. “Una mañana, después de una rumba de esas, me llamaron y me dijeron ‘vaya a tal hospital, a la habitación 405’. Cuando llegué me encontré con un compañero con la cara hinchada, con el suero en un lado y sangre en el otro. ‘¿Qué te pasó?’, le pregunté. ‘Vos que casi me matás anoche’. Así terminaban las fiestas”.

Las fiestas desmedidas, con mujeres y aguardiente y todo lo que Fruko deseara porque era Fruko y era él quien pagaba. Las fiestas que decidió abandonar para siempre hace 28 años. No más, dijo. Su salud empezaba a flaquear por los excesos. Todavía hoy los 125 kilos de su cuerpo —dice su esposa, Rosa Garzón, ginecóloga— siguen siendo reflejo de los malos hábitos de aquellos años. Nada queda del niño flaco del barrio Naranjal que se trepaba en los árboles, que correteaba por los frutales. Esa fue su niñez, en la casa de la abuela Rosa. Vivían él y su mamá, Alicia Rincón, y sus dos hermanos: Luis Alberto, ingeniero mecánico y cantante de ópera, quien falleció de un paro cardiaco; y María Victoria, artista. Su padre, Baudilio Estrada, se fue del hogar muy temprano. “Tenía otra mujer”. Tenía a Berenice, y a otros dos hijos. Pero seguía preocupándose por ellos, enviándoles costales repletos de mercado.

Vivían también en aquella casona de Naranjal los tíos Jaime, Mario y Jairo. Los tres, compositores e ingenieros de sonido, que le presentaron al sobrino la industria de la música. Trabajaban en Discos Ondina y traían a la casa siempre los últimos éxitos de Edmundo Arias, y los de Guillermo Buitrago que cantaba la abuela. “Cómo me compongo yo en el día de hoy, cómo me compongo yo en el de mañana”, corea Fruko. Todo era música porque habían nacido con ella en la sangre, la del bisabuelo cubano Felipe Rincón, que llegó a Colombia a construir las obras de Puerto Colombia y el Túnel de la Quiebra.

Y ya el niño tocaba los tarros de galletas fantaseando con que eran timbales, y ya los vecinos de Naranjal sospechaban que el flaco —“el terror del barrio”, según su tío Mario— tenía talento. Por esos tiempos, al cumplir los 11 años, sucedió la expulsión de la escuela. “¿Qué vamos a hacer con este muchacho? Nos va a tocar ponerlo a vender periódico en las calles”, decía su madre molesta. Un tío político lo llevó a trabajar en Discos Metrópolis. Llegó a ser mensajero, prensista, almacenista, secretario. En las noches, cuando las salas de grabación se desocupaban, el muchacho ensayaba con los instrumentos. Compró su primera conga y meses después una flauta a Crescencio Salcedo, el compositor de “yo no olvido el año viejo, porque me ha dejado cosas muy buenas…”, canta Fruko. Tenía 14 años cuando su padre murió y él heredó las responsabilidades del hogar: pagar el mercado y los servicios. Tenía la misma edad cuando Antonio Fuentes, fundador de Discos Fuentes, lo contrató. Había escuchado que el muchacho, al que empezaría a llamar Joselito, era trabajador y comprometido. Se convirtió en el utilero del estudio: acomodaba los micrófonos, los cables, los atriles.

Y ya el niño sabía cómo poner a sonar los timbales, las congas, la flauta y más instrumentos, cuando apareció la oportunidad de tocar con Los corraleros de Majagual. Ocurrió cuando el país estaba saturado de música venezolana y Antonio Fuentes, preocupado por la suerte de la banda, puso un ultimátum: “No sé qué vamos a hacer, pero tenemos que cambiar de ritmo”. Y en ese momento entró el niño Julio a escena: “Don Antonio, ¿me da un chance? Escuche esto”. Y tomó los timbales, la conga y el güiro y empezó a tocar: “ting-tung-tun-tun-ting-tuntún”. “A ese ritmo yo lo llamé ‘el billo’, es alucinante, frenético, pone a bailar a la gente. Cuando salió al mercado fue magnífico. ‘Quiero sentarme contigo en la hierbita, en la hierbita, en la hierbita…’, ‘Hace un mes, hace un mes que no te veo, hace un mes que no te abrazo…’ ”.

Se hizo el timbalero de Los corraleros de Majagual. Se hizo luego el bajista. Era el niño de la orquesta. Era Joselito. Viajó a Venezuela, a Estados Unidos. Tocó en el Manhattan Center, de Nueva York. Compartió escenario con Tito Puente, Willie Colón, Héctor Lavoe, Richie Ray y Bobby Cruz, Ismael Rivera, La Sonora Matancera. Se enloquecía en el escenario. Con su sabrosura y su fuerza titánica golpeaba los timbales hasta quebrar las baquetas, y sus palmas en las congas estropeaban los cueros. El público estallaba en frenesí.

Luego de seis años se empecinó en la idea de que en Colombia existiera una orquesta de salsa, de ese ritmo alegre y festivo que interpretaban aquellas glorias. Y creó Fruko y sus tesos. “En el argot de mi ciudad, ‘tesos’ significa echados pa’lante, o sea guapos, valientes”, suele repetir en las entrevistas internacionales. Primer álbum: Tesura (“no pasó nada con ese disco”, reconoce su tío Mario). Primer éxito: A la memoria del muerto, en la voz de Piper Pimienta (asesinado en 1998). Primer éxito en el exterior: La fruta bomba. Otras canciones inmortales: El ausente, El caminante, Manyoma. La cúspide del éxito: El preso (escrita por Álvaro Velásquez).

La gloria le llegó a Fruko cuando era muy joven. Le llegó acompañada de todo lo que la gloria implicaba en ese momento, en el que —en palabras de él— la narcocultura se había apoderado de todo. Él mismo la enfrentó cara a cara, una noche, en un baño del Hotel Intercontinental de Medellín. “Fue la única vez en la vida que crucé palabra con Pablo Escobar. Me dijo: ‘métase un pase hombre. Deje los instrumentos y véngase a trabajar conmigo. Yo sé que vos pegás duro, que sabés disparar’”. Fruko sabía disparar. Le gustaba el tiro al blanco. “Con un rifle de copas le pegaba a un fosforito a 20 metros”. La gloria le llegó a Fruko y se le desbordó.

Hoy es otro, lo dice él, lo dicen su esposa, Rosa, y su tío Mario. “Fue como pasar de la noche al día”. Es fiel creyente de la Cienciología. Está enamorado de la rubia de pelo ensortijado, ropa ajustada, ojos verdes y rasgados que conoció diez años atrás. No toma. No fuma. “No comemos ni chicharrón ni carnes rojas. Tenemos una dieta muy balanceada. Trasnochamos sólo cuando hay conciertos”, dice ella. Están casados por lo civil y este año, que él cumple 60 y ella 49, planean la boda en un altar. Quieren tener hijos. Eso está diciendo Rosa cuando timbra su celular. “Oye, te hablo de la prisión…”, es la música que sale de su teléfono. “Habla la esposa de Fruko”.

La herencia del salsero

¿Qué significa ‘Fruko’ para la música colombiana? La pregunta la responde Jaime Andrés Monsalve, jefe musical de la Radio Nacional de Colombia. “Mucho se ha hablado acerca de la importancia que don Julio Estrada ha tenido para el desarrollo de la salsa. Redundar en esas buenas labores iría en detrimento de la verdadera impronta que, de manera algo silenciosa, ha dejado Fruko para la música en general: la de ojo avizor de talentos”.

Y continúa: “El desarrollo sonoro de la música popular le debe todo a Discos Fuentes y, en ese sentido, la disquera le debe todo al olfato de Estrada: cuando su propio grupo se le quedó pequeño para desarrollar otros géneros populares e invitar a más cantantes, se inventó a los Latin Brothers. Cuando la cumbia psicodélica al estilo peruano era lo que se imponía, impulsó el nacimiento de Afrosound. Y como respuesta al creciente movimiento isleño en la música de los 70, hizo que naciera Wganda Kenya”.

Fruko en frases

"Un día llegó Lisandro Meza al estudio y me dijo que me parecía a la muñequita de trenzas que publicitaba una salsa de tomate. Ahí empecé a llamarme ‘Fruko’ ".

"Tengo más de ocho mil temas grabados. Largas horas en estudios acompañando a grupos, duetos, grandes orquestas".

"He estado en los mejores lugares del mundo. He comido en el Molino Rojo en Francia y también al lado del río Amazonas con indígenas que no tienen un peso".

"Nuestras canciones, que eran el refugio de muchos desdichados, eran plegarias: ‘Virgen de las Mercedes, patrona de los reclusos’".

Carolina Gutiérrez Torres | Elespectador.com